La 'tele' para bebés está bajo sospecha
Francia pone coto a los programas dirigidos a menores de tres años
Los creativos defienden su obra como algo educativo, si no se abusa
Carmen Pérez-Lanzac
31/10/2008
-Dieeeego.
-¡¡Diego!!
Diego, tres años, no oye a su madre. Está absorto viendo una película del fantasma Casper en la tele del salón y no hay forma de que quite los ojos de la pantalla. "Nada, se abstrae por completo", dice Blanca. Como la mayoría de los niños, Diego empezó a ver la tele hace ya tiempo. Se la ponen por las mañanas, mientras sus padres terminan de vestirse, y por la noche, antes de dormir. "Y desde que nació su hermana, si estoy sola y necesito dedicarme a ella también se la pongo un rato". Los padres de Diego no son ni mucho menos unos despreocupados. Juegan con él, le leen cuentos y cuando hace falta recurren también a la tele, aunque prefieren tirar de DVD para evitar que vea tantos anuncios.
La televisión es un conocido sedante de niños y a menudo se convierte en una gran aliada de unos padres ocupados y cansados. Ante la tele, los niños se quedan inmóviles y boquiabiertos. Es útil y a ellos les gusta. La mayoría empieza a ver la televisión en torno al año. Hasta finales de los noventa apenas había programas dirigidos a bebés. Pero entonces llegaron los Teletubbies y su éxito fue mundial. Un total de 120 países retransmitieron el programa, dirigido a menores de cuatro años y con los ingredientes necesarios para llamar su atención: colores chillones, canciones, "abrazos fuertes" y una voz en off que hace de narrador, como cuando un adulto les cuenta un cuento. Visto el éxito, los Teletubbies tuvieron muchos sucesores, la mayoría basados en programas educativos desarrollados por pedagogos y educadores: Pocoyó, Los Lunnis, Little Einstein, El jardín de los sueños y un larguísimo etcétera.
En 2003, tras haber descubierto este nicho de pequeños telespectadores, una empresa israelí ideó Baby TV, un canal temático con 24 horas de programación para menores de tres años. En 2006, otra estadounidense lanzó un canal similar, Baby First, "una forma divertida y didáctica de acercar a tus hijos el arte, las matemáticas, la lengua y la música. Y recomendada por los expertos en desarrollo infantil", según reza su eslogan en España. Más de 40 países están emitiendo en estos momentos la señal de al menos uno de estos dos canales.
Ante una parrilla plagada de contenidos no aptos para los más pequeños, la inofensiva programación de estos canales fue tan bien recibida como los Teletubbies. Muñecos de plastilina, música clásica y frases como "Amarillo es el sol, como un girasol". Los niños ven la tele, sí, pero aprenden. Todo el mundo parecía contento con la idea. Hasta que el Ministerio de Sanidad francés se ha erigido en su adversario.
El pasado 16 de abril, dictaminó: "Los fundamentos científicos sobre el desarrollo cognitivo y físico del niño tienden a demostrar que los programas de televisión creados específicamente para los más pequeños no tienen un efecto positivo sobre su desarrollo psicomotor y afectivo. Al contrario, estudios disponibles subrayan el riesgo ligado al consumo de imágenes televisivas sobre el desarrollo del pensamiento y la imaginación, la integración de emociones y sobre su desarrollo psicomotor. Para desarrollar sus capacidades físicas, psicomotrices, cognitivas y afectivas, el niño debe utilizar activamente sus cinco sentidos y apoyarse sobre la relación con un adulto". El ministerio (...) recomienda a las empresas que comercialicen estas emisiones no alegar beneficios para el desarrollo del niño que no están demostrados científicamente.
El Consejo Superior de lo Audiovisual francés (CSA) también tomó cartas en el asunto. El 22 de julio concluyó: "El consumo de televisión por parte de los menores de tres años afecta a su desarrollo, fomenta la pasividad, problemas de sueño, agitación, falta de concentración y adicción a la televisión". Por tanto, desde mañana ninguna cadena francesa puede "editar, difundir o promover programas anunciados como específicamente para niños menores de tres años". Además, los canales de cable o de televisión digital deben informar a sus abonados de forma "legible y accesible" que "ver la televisión puede frenar el desarrollo de niños menores de tres años, aun cuando se trate de cadenas dirigidas específicamente a ellos".
La decisión ha caído como un jarro de agua fría en el sector y ha preocupado a muchos padres. ¿No eran estos programas buenos para sus hijos? ¿Es posible que ver una emisión en la que un pincel enseña los colores sea negativo para un niño pequeño?
Andrew Davenport, el papá de los Teletubbies, estuvo en Madrid el pasado septiembre presentando su nueva emisión dirigida a bebés: El jardín de los sueños (La 2). Sus protagonistas son muñecos que no hablan sino que hacen ruidillos. Todo sucede despacio y en cada capítulo una misma historia se repite varias veces. El programa aburre a los adultos, pero gusta mucho a los pequeños. Consultado respecto a la decisión del CSA francés, Davenport se encogió de hombros: "Hoy en día es difícil mantener a los niños alejados de las pantallas. Una serie así les ayuda a definir su cultura y, en mi opinión, favorece su desarrollo. Evidentemente, todos los niños no son iguales y son los padres quienes tienen que valorar si le viene bien a su hijo. La realidad es que hay muy pocos estudios serios sobre este tema, pero yo personalmente no le negaría el placer que siente viendo el jardín de los sueños a mi nieto de 18 meses".
Fernando de Miguel, consejero delegado de Zinkia, la empresa creadora de Pocoyó, reconoce que vivió la resolución de Francia con sorpresa. "Nosotros desarrollamos Pocoyó con asesores educativos que trabajan en su día a día con niños de las edades en cuestión. Tenemos en cuenta los conceptos básicos universales de cómo educar a un niño e intentamos transmitir los mismos valores de la escuela: los hábitos de higiene, aprender a compartir y a ganar autonomía. En mi opinión, reservar un pequeño espacio del día para que el niño esté viendo un programa de este tipo, que dura entre 7 y 11 minutos, no sólo no es perjudicial sino positivo. Es parte de su formación igual que lo es ir a un parque a ver un guiñol. Todos estamos convencidos de que ver la tele de forma abusiva es malo. No se les puede dejar una hora ante la pantalla, ni pretender que eso supla jugar con los adultos, intercambiando sonrisas".
Xavier Viza, director de Los Lunnis, resume: "No soy un experto en educación, pero si creyera que estos programas afectan al crecimiento educativo no los haría. Cada capítulo se basa en un currículo educativo muy estricto. Hoy mismo hemos eliminado de un guión una escena en la que un muñeco se desespera y da golpes contra la mesa. Vamos con mucho cuidado".
¿Qué opinan de todo esto los expertos? "En principio, que los muy pequeños vean un tiempo breve de televisión no tiene importancia, el problema es si se abusa. Y la realidad es que muchos padres están abusando", opina Valentín Martínez-Otero, psicólogo y pedagogo. "El juego es un asunto muy serio y es un error grave que los niños dejen de hacerlo por ver la tele. A esa edad el juego es puro ejercicio: manipulación de objetos y movimientos que le reportan placer y le abren las puertas de numerosos aprendizajes. Ver mucho tiempo la televisión puede generar pasividad, sobrepeso y obesidad infantil, además de empobrecimiento cognitivo y social".
Un estudio llevado a cabo en 2004 por la Universidad de Seattle, en Estados Unidos, con 1.200 niños menores de un año y 1.300 menores de tres, daba a entender que existe relación entre ver la tele a esas edades y presentar problemas de atención a los siete años. Sin embargo, el informe añadía infinidad de parámetros que rebajaban tal afirmación.
"La tele es un mal sustituto para unos padres que están muy ocupados y no pueden o no quieren dedicarles más tiempo", explica Mariano Trillo, psiquiatra infantil. "A esa edad los niños necesitan interactuar con adultos y aprender a moverse y a coordinar. Una tele no puede hacer eso. No es que la televisión sea necesariamente mala, sino que está ocupando un espacio de tiempo que deberían compartir con sus padres. Puedes mirar cómo alguien mete los triángulos en la cajita en un programa de la tele, pero mientras no lo hagas tú no vas a desarrollar tu propia coordinación. La tele es más bien un anestésico para los papás".
Gary Pope, fundador de la consultora Kids Industries, especializada en asuntos relacionados con la familia, opina: "Los menores de dos años no deberían ver la televisión. No entiendo por qué los franceses han ampliado la edad a los tres años. El problema es que la mayoría de los padres no sabe muy bien qué es bueno para sus hijos. Si les dicen que un programa fomenta su desarrollo, se lo ponen. Deberían hacer más esfuerzo y no acudir siempre a la tele".
En España el debate no se ha planteado. "Habiendo tantos temas relacionados con el audiovisual infantil desatendidos, sería desproporcionado", dice De Miguel (Pocoyó). "Empezando por la falta de programación dirigida a niños". La misma opinión que Manuel Cristóbal, secretario general de Cartoon, la Asociación de Productores de Animación Europea, y director de Perro Verde Films (que en breve estrena la película El lince perdido): "En España lo lamentable es que el horario protegido esté tan desprotegido. Es el único país europeo que no tiene un sistema que controle eficazmente lo que se emite en horario infantil y que penalice como se debe a quien no lo cumple. El código de autorregulación sobre contenidos televisivos e infancia es una tomadura de pelo".
Los consultados parecen estar de acuerdo en que el quid es el tiempo de visión. El problema es que ese dato no existe. Sofres, la empresa que mide la audiencia, lo hace a partir de cuatro años. Así que nadie sabe a ciencia cierta cuánta tele o qué programas están viendo los más pequeños. "El consumo televisivo por parte de los menores de tres es importante y existe", dice Pablo Romero, director de programación de Digital +, plataforma que emite Baby First en España.
Al margen del debate surgido en Francia, la mayoría de los niños van a seguir viendo la tele y es preferible que lo hagan siguiendo unas pautas que Martínez-Otero resume: "La televisión puede brindar aspectos positivos, siempre que se limite el tiempo, se adopte una posición adecuada y se seleccionen los contenidos, aunque no es lo más aconsejable, sobre todo si se tiene en cuenta que hay otras opciones y hay que cultivarlas desde la temprana infancia".